Bárbara Santos y Alessandra Vannucci*
La idea de Magdalena fue creciendo en nosotras durante un tiempo. Una de nosotras, mientras trabajaba en Italia con una compañía de teatro conformada por mujeres, estaba investigando historias de mujeres que combatían en la segunda guerra mundial, mujeres esclavas de sus frustraciones en un espejo de un gimnasio, mujeres santas y brujas que terminaron protagonizando tres textos teatrales entre 2005 y 2010. Asimismo, ella organizó un festival centrándose en el cuerpo femenino en 2009. La otra, mientras viajaba entre Brasil y África para coordinar un proyecto de Teatro del Oprimido llamado “de Punto a Punto”, concentrado en la calificación y difusión del método creado por Augusto Boal, vio que la opresión en contra de la mujer se repetía y multiplicaba de manera vertiginosa en las obras de Teatro Foro. Esto la motivó a escribir el musical Canção para Madalena (Canción para Magdalena). Ese fue el texto que generó nuestros primeros intercambios de impresiones en este campo, allá por el año 2004.
Obtener el premio de Interacciones Estéticas y Residencias Artísticas en Puntos de Cultura (Ministerio de Cultural – Funarte: Fundación Nacional de Artes) en 2009 viabilizó nuestro reencuentro productivo, iniciado en 1995, en el programa de intercambio del Centro de Teatro del Oprimido.
Nuestro punto de partida fue el cuerpo femenino, este que pasó por cambios radicales, permaneciendo guardado por siglos, protegido y censurado por el cuerpo masculino y que hoy en día parece cumplir un rol protagonista en los medios y en nuestro imaginario. Cuerpo desnudo, exhibido, sensual o trivial, reinventado, exprimido y despedazado afuera, en las páginas de las revistas, en las pasarelas de la moda o de la samba. Cuerpo que se convirtió en el mejor vehiculo para vender cualquier producto y presentar batalla entre la cultura y los derechos humanos fundamentales.
El programa que hemos desarrollado ha tenido como propuesta la exploración. Hemos mezclado ideas y ejercicios de construcción de escenas y de personajes, obtenidos de nuestras experiencias profesionales como directoras y como parte de la investigación de la Estética del Oprimido como Curinga**. Creamos un camino abierto, deseando cosas por descubrir, por eso lo llamamos “laboratorio” y no “taller”. A partir de la investigación temática y de las imágenes, desarrollamos dinámicas que investigaron preguntas esenciales: ¿cuáles modelos ancestrales aún hoy influyen a la mujer moderna? ¿Cuáles contextos sociales condicionan el cuerpo de ser mujer? ¿Qué lugares ocupamos y cuáles queremos ocupar? ¿Cuáles expectativas, cuáles sueños? ¿Cuáles alternativas?
Usamos teatro Periódico, teatro Imagen, Arcoiris del Deseo, teatro Foro, Estética del Oprimido y otras diversas técnicas teatrales para estimular a las participantes a reconocer y desenmascarar sus opresiones y, especialmente, analizar sus posturas dentro de las mismas. En menos de una semana, tiempo de duración de cada laboratorio, las Magdalenas produjeron declaraciones de identidad, poemas, pinturas individuales y colectivas, esculturas, actuaciones, escenas de Teatro foro y eventos que permitieron un debate político y estético de la sociedad en su conjunto. También actuamos el ritual de “las manos que cuentan”: las Magdalenas pintaron sus manos y las usaron como un sello de goma para firmar una tela de 10 metros de largo, la cual fue dada a todas las participantes. Los shows: EVA, en Cariri; MADALENA (en Río de Janeiro); MARIA-RITUAL DE PARIDEIRA, en Guinea Bissau; A VOZ DE ROSA in Mozambique.
La violencia doméstica y el machismo fueron temas centrales, como una preocupación justificada tanto en las narraciones personales como en las estadísticas. Pero las preguntas más presentes no estaban relacionadas al opresor, pero si a las oprimidas investigando sobre sus posturas, ideas y comportamientos que contribuyen, ratifican y permiten la opresión. No se trató de psicoanalizar a la opresión sino de rasgar el incomprendido velo para revelar los mecanismos de persuasión y condicionamiento.
Magdalena, espejo de resonancia y espacio de creación compartido en el que cada mujer se reconoce un poco en otra mujer, proceso que nos hizo avanzar a través de una vivencia lúdica, poética, emocionante e intensa en la cual estuvimos realmente juntas. Los descubrimientos fueron fuertes. El adueñamiento y explotación del cuerpo femenino para la producción y la reproducción en un momento histórico en el que la sociedad capitalista y patriarcal se instala brutalmente. La culpa atribuida a la mujer, desde la primera Eva en el Génesis, en la tradición cristiana-judía como arma con la cual hoy todavía somos intimidadas en nuestro “poder ser” y limitadas en el ejercicio de nuestros derechos cotidianos. Los “policías en la cabeza” (no siempre masculinos) que invaden nuestros cerebros tornándose nuestros opresores más insidiosos, que eximen la acción violenta del antagonista: somos nosotras mismas quienes nos reprimimos. ¿Cuántas veces renunciamos a lo que queremos? ¿Cuántas veces reproducimos hábitos que ya no queremos más?
El trabajo en el laboratorio nos permitió modificar los caminos a seguir e investigar los descubrimientos. En la investigación de las ancestrales, seguimos el camino corporal de la madre y la abuela, y así sucesivamente hasta la más distante. En un laboratorio las participantes crearon cuerpos de mujeres abatidas, con gestos repetitivos de trabajo, expresivos de un cansancio extremo, lamentos sin memorias. Cambiamos de día, de hora y de siglo. Continuaron trabajando, en el cuerpo imaginario de nuestras mujeres ancestrales como también en el propio, ayer como hoy. En otro laboratorio, vivenciamos un viaje intenso y emocionante al espacio sagrado de la maternidad y nostalgia por los cuerpos femeninos que nos parieron y criaron como mujeres, trasmitiéndonos también todas las armas del género.
En otros buscamos la permanencia de nuestros ancestros en nuestros cuerpos, gestos, hábitos, que influyeron nuestro juicio y también el de nuestras contemporáneas. Seguimos adelante, investigando los cuerpos de esas mujeres recordadas, conocidas y / o imaginadas, creando condiciones para que se encuentren en un espacio de confianza y de confiar lo inconfesable, aunque más no fuera para verse dentro de un espejo imaginario.
Notamos que el recuerdo de nuestras ancestras tenía en común mucho trabajo por un lado, y apatía, fragilidad, dependencia y resignación por el otro. Mientras que en las experiencias en que propusimos la vivencia de la mujer primitiva, esta apareció fuerte, dinámica, independiente, osada y aliada a otras mujeres. ¿Qué hubiera sucedido en el imaginario femenino si esa imagen de fortaleza e independencia se hubiera perdido? ¿Podría estar relacionado al Génesis que describe esa osadía y ese deseo de saber como el pecado universal que es culpa de la mujer y por ello su castigo es ser echada del paraíso? ¿Estaría relacionado al establecimiento de una determinada modo de producción, ahora dominante, en que la mujer es subalterna? Enfrentamos una imagen de mujer estigmatizada por la culpa de haber osado tomar el fruto del árbol del bien y del mal, del conocimiento, contrariando la prohibición de un dios... macho.
Intentamos también dejarnos recorrer por los lugares en los que estuvimos: en Juazeiro del Norte, tierra de peregrinos, fuimos a una feria de devotos enfrente a la iglesia, cantando y danzando nuestra música - la canción de las Magdalenas - para invitar al público. En Río, improvisamos una salida de “guerrilla urbana” en plena Lapa, armadas con lápiz labial rojo y buenos humores, modificamos las imágenes y los letreros machistas que encontrábamos por el camino. En Guiné-Bissau, participamos de la ceremonia de “paridas” (mujeres-madres) vivenciando la vivencia de las africanas con sus ancestras.
Trabajamos con diversas mujeres: trabajadoras domésticas, culturales, sociales, artistas de teatro y de la vida, mujeres en busca de identidad y visibilidad, dispuestas a escribir una nueva historia para si y para todas las mujeres. Brasileñas, italianas, argentinas, mejicanas, portuguesas, guinesas y mozambiqueñas que creen que un nuevo mundo es posible.
Valiosas asociaciones: mujeres y hombres del Centro de Teatro del Oprimido, SESC - Ceará, Carroça de Mamulengos, Caixa Cultural do Rio de Janeiro, Abaeté, WFD – Berlín, GTO-Bissau, Centro Cultural Brasil Guiné-Bissau, Grupo AMIZADE de São Domingos, Universidad Federal de Ouro Preto, GTO-Maputo, Centro Cultural Brasil Mozambique, Rádio Mozambique, Red Globo, amigas e amigos. Claudia Simone, del equipo do CTO, quien comenzó como participante, se transformó en productora y terminó siendo de nuestro equipo también.
El árbol de las Magdalena y sus frutos: el Laboratorio Magdalena es hoy un curso de la extensión universitaria en Minas Gerais; formación de dos núcleos Magdalena en Ceará (Cariri y Fortaleza); formación de un núcleo Magdalena en Santa Catalina con apoyo del sindicato (Sintrafesc); participación en la marcha mundial de mujeres en São Paulo; ocupación de Teia de Pontos de Cultura en Fortaleza; multiplicación en Portugal con el Núcleo Teatro do Oprimido do Porto; multiplicaciones planeadas para Alemania e India. Un largo camino de posibilidades se abre para el Laboratório Magdalena – Teatro de las Oprimidas.
Tradución: Carolina Echeverria
*Alessandra Vannucci es diretora teatral. Juntas concebimos esta emocionante experiencia.
**Curinga es una terminología creada por Augusto Boal en el Teatro de Arena de São Paulo, en la década de 1960 para un creativo sistema de atuación donde actores y actrices se alternavan los personajes. En seguida, pasó a utilizar el mismo término para identificar al practicante de su Método - Teatro do Oprimido, que tiene la función de de estimular el diálogo teatral en las sesiones de Teatro-Fórum.
Barbara! me vuelvo a emocionar leyendo tu artículo y vinculandolo con lo que fue el Laboratorio acá en Uruguay!. Un abrazo
ReplyDeleteSabrina
Qué preciosidad. Estoy trabajando sobre el tema y si todo va bien pronto me uniré a un grupo de aquí de mi ciudad que está en gestación. Besossssss.
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